Hasta el siglo XVI, el cáncer de mama se explicaba por una teoría del médico griego Galeno, que achacaba la aparición de la enfermedad y de otros tipos de cáncer a un exceso de bilis negra. Ese origen y la tendencia del tumor a expandirse a otros lugares del cuerpo hacían considerarla una patología incurable y ni siquiera se planteaba su tratamiento, aunque hay constancia de al menos una extirpación rudimentaria a una reina persa, como contaba en su excelente El emperador de todos los males (Taurus, 2011) el oncólogo Siddhartha Mukherjee.

Con la llegada del Renacimiento la situación cambió y el médico francés Barthélémy Cabrol, cirujano del rey Enrique IV, empezó a recomendar la realización de mastectomías radicales. Ahora, investigadores estadounidenses y británicos han demostrado que fue también en esa época de apertura cuando por primera vez se representó en el arte la enfermedad y lo han demostrado con un análisis de tres obras -dos pinturas y una escultura- que muestran a sendas mujeres con signos físicos de la dolencia, aunque no se habla de ella. El estudio ha sido publicado en la